La tibieza es desencuentro

La tibieza es desencuentro con las líneas de las manos.

No sabe arder ni ser escarcha en los cristales,

besar hogueras de nieve o el rocío de los fuegos,

salir de un equilibrio exactamente esclavo 

en la mirada de otras indiferencias.

Un tremendo delirio de los números,

no ser la música

que envenena con la eficacia de un fármaco. 

Pérdidas

La vida se trata de ir perdiendo. 

Raíces, animales, todo lo que tenga dimensiones.  

Y el proyecto de vivir en paz dentro de la guerra. 

Parece que da, si baila con los siete velos que deslumbran, 

pero se lleva los reflejos de las luces, cuando llueve; 

hasta corta la cabeza de galaxias que no vemos, 

tan lejanas. 

Ni esperas ni movimientos en una esquina de cualquier historia. 

No hay preguntas, sólo pérdidas.

El ocaso

Cierran los ojos los soles del laberinto.

El río se dora para hacer su cama en los árboles eléctricos,

suspendidos de una cuerda en la física promesa

del rayo último a

quienes saben de la noche.

Aceros de rama estremecida por la mayoría del silencio,

persiguen los soles las sombras

y van hacia el abismo

y lo miran

y se alejan,

elevando las solapas hacia dentro de su mundo,

porque no saben qué está pasando.

Mientras

Aún no alcanzo la copa del veneno.

Como una gota en un cristal de piedra y de cenizas,

camino despacio;

casi no dejan huellas, pero mis pies son ácidos

colmillos de serpiente en el fondo de ese cáliz,

donde duerme sin defensa la droga que dará fin

al exterminio de los días.

Mientras, me asombra el caos en un girasol de trigo.