... y nada delata que las horas se detienen,
ni siquiera las grietas en el suelo por las que asoma algo invisible.
Libre para hacer lo que prefiera, eso que sale de la tierra
despierta vacíos con el sueño del instinto,
o inclina su cuerpo sin cuerpo hacia arriba
para hablar con los hijos de lo oscuro
de las sombras de su vuelo.
Bajando a velocidad de vértigo,
reniega de un orden disciplinarmente plano,
que cien años no es todo al lado del mundo sin prisa
que vuelve cuando no hay luces.
No hay luces,
y el reflejo parece un túnel silencioso redondo en su inocencia,
porque nadie llora cuando nada más existe.
Doblemente inmaculado,
enigmático tiempo negro.