De sus alas caen plumas,
carne cruda en el escaparate.
Átomos ciegos persiguen
su ingenuidad.
rastros de sangre,
alientos rancios,
peinetas, velos, capotes,
escupitajos directos
al rostro del ángel.
Sigue hablando, dime cómo es el cielo
cuando la niebla no lo cubre con histerias
o silencios, con ratas, habitaciones de llanto
llenas del humo del incendio sofocado
por un espíritu divino.
Camina por los valles, rosa de los laureles,
anima a los niños salvajes
con el olor de tus pétalos
sin notas falsas
a ser luz en la noche del asfalto.